Arre bueyes cabrones

Era verano,  pero de cualquier manera amanecía fresco o mas bien medio frio, el aserradero estaba en la sierra alta de Turango, asi que Don R no perdonaba el café bien caliente; andaba de visita checando el funcionamiento del aserradero, “al ojo del amo engorda el caballo” decía Don Anacleto, esta vez lo acompañaban sus hijos menores, así que había que mostrarles de que se trataba el asunto este, el mundo verde este.

Empezó por el principio, y empezando la mañana se fueron  a unas laderas cercanas donde estaban cortando pinos, el panorama era verde, verde, verde, la naturaleza en todo su esplendor, el aire puro, el cielo azul, ardillas  por todos lados, hasta una que otra ardilla voladora;   los pinos  se cortaban de cierto diámetro nada mas, respetando las disposiciones de la Secretaria Forestal, cosa que nadie hacia, todos en este negocio cortaban  los pinos sin importar el diámetro, era primero el negocio, pero Don R y Don F, su socio, veían las cosas diferentes y pensaban mas a futuro, ya que al respetar dichas disposiciones, aseguraban que en un futuro cercano y lejano tuvieran siempre pinos que cortar dado que le daban tiempo al “monte” de crecer sus pinos.

Los pinos a cortar ya estaban previamente marcados, de acuerdo a su diámetro permitido, así que los cortadores, en grupos de dos, procedían a la maniobra usando una sierra manual llamada sardina; media como metro y medio de largo y en cada extremo tenia un barrote de madera que era de donde se apalancaban cada uno de los cortadores: checaban donde empezar a cortar el pino, de manera que cuando cayera no hiciera daño a otros pinos y no lesionara a otras personas, empezaban el corte con ritmo moviendo la sardina para un lado y para otro y cuando calculaban que el pino estaba por caer gritaban “Vaaaaaaaaaaaaa” asi que los demás que estaban cerca tomaban sus precauciones para no recibir el golpe, diría Don Vicente “semejante chingadazo”, al caer el pino el ruido retumbaba en todo la montaña y hacia eco hacia otras, los hijos de Don R al principio se asustaban y ya después se fueron acostumbrando.

Una vez cortados los pinos había que sacarlos de las laderas donde estaban al camino mas próximo para que de ahí fueran acarreados al aserradero, así que a los pinos cortados se les sujetaba con una cadena la cual se enganchaba de  un  par de bueyes bien fuertes y bien alimentados que tenían la tarea de arrastrar dichos pinos hasta el área de carga, y esto no era fácil ya que cada pino pesaba unos 600 kilos, así que “Torino” una vez que se aseguraba que la yunta estaba lista para el acarreo,  empezaba la maniobra, agitaba las riendas largas y los animales empezaban a moverse, pero rápidamente sentían el peso del pino y el pujadero se iniciaba, las patas les patinaban y los resoplidos se escuchaban, “Torino les gritaba “vamos, vamos, pinches bueyes, muévanse,  el pino empezaba su ascenso y Torino les seguía gritando y agitando más rápido las riendas, el pino se arrastraba lentamente, “arre  bueyes cabrones” , “ arre bueyes cabrones” “arre bueyes hijos de la ching….” ,           los hijos de Don R nada más pelaban los ojos y se sonreían entre si al oir esto,              “ Torino” entonces sacaba el látigo y empezaba a repartir latigazos a un buey y al  otro buey, primero espaciados y después seguidos, hasta que los animales fustigados por el dolor y los gritos  sacaban fuerzas ocultas y empezaban a mover el pino con mayor rapidez, así seguía la maniobra y así seguían los gritos “arre bueyes cabrones” que retumbaban y hacían eco en las montañas cercanas,

cabrones cabrones  brones brones, ones ones ones,         

  al final,  después de muchos esfuerzos, patinadas, bufidos, gritos, mentadas, latigazos  y sombrerazos el pino llegaba a la parte de arriba del camino donde sería transportado al aserradero,” Torino” desenganchaba la cadena y les daba una palmada en el pescuezo a los bueyes diciéndoles, “ ya ven cabrones, no que no podían” , y moviendo las riendas los enc aminaba hacia abajo para traer el siguiente pino.

Días después ya en Corestes Pereira, comiendo en familia, Don R con un tono medio en broma le pregunta a uno de sus hijos, ¿ Como arriaban los señores los  bueyes allá en la sierra, hijo ? ARRE BUEYES CABRONES, ARRE BUEYES CABRONES  respondía el hijo,  Don R se sonreía, los demás se reían, y Doña Ch se quería atragantar lo que estaba comiendo, y le pregunta a su hijo ¿ y tu arriaste los bueyes también hijito ? no mama, yo no,           bueno, entonces deja que esas palabras las usen ellos nada mas, y volteaba a ver a Don R, como diciéndole, no me causa mucha gracia.

 

 

Continuara