Dias finales, el feretro

Tihuahua estaba hecha paleta esos días anteriores al fin de año, el frio estaba machín, se colaba por cualquier resquicio o hendidura, decía doña Ester “hasta el alma traigo fría”,   en el hospital Don R estaba en al área de cuidados intensivos y había que velarlo día y noche pues el fin se avizoraba no muy lejano.

El hospital grande, viejo y con aéreas frías no era lo más acogedor, aunque eran días de alegría cristiana y fiesta por el próximo año nuevo, en esos días flotaba inmensa tristeza en la familia, pero como decía don Efren “ con esa cobija nos tenemos que tapar”,  medicamente no había mucho que hacer, ya la naturaleza estaba cobrando lo suyo, Don R ya tenía sus  años bien cumplidos y bien vividos,  los días los pasaba casi en la inconsciencia y la insuficiencia respiratoria, así que el tanque de oxígeno jalaba sin parar para dar ayuda a unos pulmones prácticamente exhaustos y que de un momento a otro podían dejar de trabajar.

Ante el hecho inminente e  inexorable  de la muerte de Don R Había que tomar las medidas  requeridas para darle cristiana sepultura y eso implicaba entre otras cosas  el comprar una caja para su velación y posterior sepultura, así que los hijos de Don R iniciaron este proceso con pies de plomo, sin querer hacerlo, con el freno puesto para no avanzar, porque había que aceptar el hecho ya inevitable de la muerte, una cosa era tener a Don R enfermo o grave y otra cosa era tener a Don R ya muerto,   decía don Tarcisio “ no son mamadas, la muerte es la muerte”, aunque querían que su padre ya descansara, que ya no sufriera más,  querían seguir  teniendo a su padre vivo, siempre la vida, nunca la muerte, aunque así  sea ciclo natural de la vida, una cosa era razonarlo y otra cosa era sentirlo, el ya no tengo “papa”, pesaba mucho, porque aparte Doña Ch se había adelantado corto tiempo atrás en reunirse con el Eterno, así  que el sentimiento de soledad y desamparo era mayor, “ya no tengo papa ni mama” se oía muy fuerte y se sentía “pior”,  a pesar de ser todos adultos y con hijos, pero bueno había que cumplir con estos deberes.

En su momento y en su tiempo Doña Ch ya sabiendo de su próximo fin escogió el ataúd en el que deseaba  que la enterraran, escogió su mortaja, por así decirlo, y así decía ella “matrimonio y mortaja del cielo baja”, pero Don R no le entro al tema ese, así que a  los hijos les toco esa  singular y nada agradable tarea;    se trasladaron a la funeraria callados, meditabundos, con la muerte rondando,        Buenos y fríos días, en que les podemos servir caballeros    les dijo el gerente de la funeraria       Pues requerimos de sus servicios para nuestro padre        contestaron los hijos de Don R         Lo que yo les diga no los consolara, pero de cualquier manera, estamos con Ustedes,           pasen por favor para acá para que elijan  el féretro más apropiada para su señor padre,     y diciendo eso los llevo a una sala de exhibición donde había un sin número de féretros y comento     tómense su tiempo y cualquier duda que tengan estoy a sus órdenes      los hijos de Don R empezaron  a recorrer lentamente con la mirada todos los féretros y luego se voltearon  a mirar entre sí como diciendo y ahora que ¿  como se escoge un ataúd para un padre ¿  lo económico no era relevante, entonces como decidir,  que habría que tomar en cuenta ¿ donde estaba un manual que ayudara a tomar esa decisión ¿   volvieron la mirada a los féretros y dieron unos pasos lentamente hacia dentro del salón para verlos más de cerca, para sentirlos más de cerca, para encontrar una respuesta  de cuál sería el féretro que mejor acogería el cuerpo de su padre, casi esperaban que el féretro los escogiera a ellos,  decía don Alcibíades     “si no saben lo que quieren, pos que chingaos buscan entonces”, uno veía un féretro y le decía al otro hermano    este     y el hermano le contestaba      puede ser     y luego el otro hermano le decía    este     y el hermano le contestaba     puede ser    y seguían viendo otros féretros para  ver cual les latía que podría ser el que más se acoplaba a la personalidad de su padre, cuál sería el que mejor resguardaría sus restos mortales hasta la eternidad, cuál sería el que mejor resistiría el embate del padre tiempo, cual le daría el ansiado reposo a su enfermo cuerpo,     después de un buen rato y sin establecer argumentos muy claros al fin llegaron a una decisión.

Le hablaron al gerente y le comunicaron su decisión y este conocedor de su negocio les comento         no fue fácil verdad ¿    nadie quiere cortar el cordón umbilical con su madre o con su padre, el escoger ese féretro representa el corte final de esa unión física de toda una vida corta o larga con los padres de uno, les repito,  lo que yo les diga no los consolara mucho, pero ya han dado un paso decisivo , en su momento y llegado el momento me llaman para seguir adelante con este proceso, y si son católicos y les sirve de consuelo,  van a tener allá arriba alguien que los siga cuidando.

Salieron los hermanos de la funeraria  rumbo al hospital, el frio seguía intenso, pero era más intenso el sentimiento de soledad, de desamparo,  aunque Don R todavía estaba luchando contra la catrina(muerte) que seguía terca con su inusual trabajo de llevarse su alma en su morral;    cada uno en silencio recordaba muchos momentos pasados con Don R, recordaban la película de su vida, los ejemplos muy claros a seguir que dejaba, como decía doña Castulita tenía sus pecados pero había hecho muchas obras buenas, el balance era muy positivo, el Eterno no tendría ninguna duda en admitirlo en su reino.

Llegaron al hospital y un hermano le dijo al otro,” vamos,  vamos”  Don R todavía no se muere, todavía huele a puro.

 

CONTINUARA