Viajando por tren

VIAJANDO POR TREN

Había mucha agua de por medio y el rio Clorido estaba crecido, así que no había paso franco hacia Corestes, entonces el remedio para  llegar  era “ el tren “, porque Don R ya esperaba allá .

 El tren llegaba de Timenez a las 10.30 a Carral, minutos más, minutos menos; se oía distante el sonido del pito a lo lejos,  después se veía el humo de la locomotora y poco a poco se iba distinguiendo la figura de la misma que iba creciendo conforme se acercaba a la estación, luego se escuchaba el ruido de la locomotora y el ruido de los carros al caminar sobre las vías,  hasta que el ruido, el humo y el tren se hacían presentes en la estación y frenaba con estruendo exactamente enfrente de  la oficina del jefe de estación.    

El tren era un tren llamado mixto, porque combinaba carga y pasajeros, distaba mucho de ser un tren de primera,  era un tren de servicio, cumplía una función mas bien  social de  transportar carga y personas por aquellas rancherías perdida de Dios que venían a la ciudad o al rancho grande a hacer algunas compras o a visitar algún pariente y después  regresaban  a su ranchería  a seguir con su vida en esa parte apartada del mundo, decía Don Artemio “ vamos regresando de donde venimos”

Al  arribar  a la estación un mundo de sonidos, de olores y colores se hacían presente; como fondo se oía el tren, que al llegar a la estación dejaba los carros de pasajeros para que estos se fueran bajando, subiendo y acomodando, mientras dejaba en otras vías paralelas los carros de carga que había traído a Carral y a la vez enganchaba los carros de carga que llevaría a Santa Carbara y a Corestes;   los pasajeros(as) se acomodaban en los dos o tres carros de pasajeros que habitualmente llevaba el tren y rápidamente un ejercito de vendedores(as)  subían a los vagones a ofrecer tacos, lonches, gorditas, burritos, dulces, y toda clase de  sodas(refrescos), decía doña Clotilde “ hay que alimentar el cuerpecito pa no tener mareito”, daban vueltas y vueltas buscando los clientes  hasta  que se sentía que los vagones se sacudían,  eso significaba que la maquina ya se había enganchado  y partiría pronto, lo confirmaba el garrotero que subía para notificarle al mayordomo que los carros de carga ya estaban acoplados a los carros de pasajeros, después el mayordomo bajaba del tren y le hacía una seña al maquinista para que procediera a arrancar; el boletero también era notificado de la próxima partida y emitía su grito de “ vaaaaamonosssss”, lo que servía de aviso para que todos los vendedores ambulantes que estaban arriba del tren que seguían haciendo su lucha bajaran a la brevedad, y segundos después dos o tres sacudidas confirmaban que el tren iniciaba su viaje.

Se oía el silbato del tren y se  sentía y oía  el lento  tracatraca de las ruedas del tren al avanzar e ir pasando sobre los durmientes,

 

                                                                                                                                                                         

El primer caserío era Zenzontle, después Ejido de Piedra, Empalme, Aguilera,  pasaba por la presa de agua que alimentaba a Carral y llegaba a una “Y” en donde se pasaba de largo  y luego se echaba de reversa varios kilómetros hasta llegar a Santa Carbara, (poblado de 10,000 habitantes y la ciudad más antigua del estado de Tihuahua;) al llegar, hacia la misma maniobra, la maquina se desenganchaba, movía carros de mineral y otras cosas y al final se acomodaba otra vez al frente de todos los carros, mientras tanto en lo carros de pasajeros subían y bajaban los vendedores ambulantes de todo tipo de alimentos, tacos, tortas, burritos, quesos, lo que ustedes imaginen; pasada media hora más o menos se volvía a oír el silbato del tren y los vendedores corrían a bajarse ante la eminente partida del tren, y otra vez el estremecimiento, el tracatraca lento  del pasar del tren sobre los durmientes y después el tratraca mas rápido al tomar velocidad.

Una vez encarrerado el tren, había tiempo para ver el paisaje que estaba verdion y todos los arroyos rebosantes de agua,  para leer el periódico o libros de Lobsang Rampa, para platicar con los hijos o con cualquier vecino, con los hermanos(as) o con los garroteros, para ver a todo tipo de cristianos(as) que viajaban en el, para meditar, para reflexionar, para recordar, para pensar en el futuro, para rezar la novena de Santa Rita, decía doña Erendira “ no hablen fuerte porque me quitan la devoción en el rezo, y me siento como un  pinche perico, Diosito perdóname por mal hablada “, para tejer o bien para echarse una cabeciadita mañanera  que se interrumpía por el chillido de una criatura o por los mocosos(niños) que corrían de un lado para otro; no había cabinas especiales, ni literales, eran vagones abiertos, era una sola clase, popular y ruidosa;  no había cinturones de seguridad, el que no se agarraba bien en los arrancones del tren se podía dar un chingadazo bien puesto, los asientos eran de madera o metal, así que el que no tenía “nachas” pos no iba tan cómodo; era imprescindible una vuelta al cabus (carro ultimo del tren donde había estufa y cama para los garroteros) donde tenía puerta atrás y al salir se veía el camino eterno de durmientes que uno iba dejando atrás y que nunca volvería a pasar, pero la sensación de alejamiento del horizonte y acercamiento al destino  no tenía comparación.

El tren seguía su lento avance,  llegaba a la “Y” y seguía hacia  Peinado, Roncesvalles y Catarinas,  por último, kilómetros adelante estaba Corestes; se empezaban a ver muchas parcelas sembradas de maíz a un lado y otro del camino y  se oía el pito del tren, sonoro y fuerte anunciando a los pasajeros la próxima llegada a Corestes, el tren disminuía la velocidad y  se divisaba a lo lejos el puente de acero  que cruzaba varios metros arriba al rio Clorido que lucía  rugiente, rebosante, con agua chocolatada,  imponía respeto y temor hacia esta fuerza de la naturaleza, decía don Artemio “ no me acerco ni para mojar mis patitas” , ya cuando el tren cruzaba el rio iba a muy baja velocidad y se combinaban todos los ruidos, el de la máquina del tren, el del pito sonoro, el del rio rugiente, el del tren pasando sobre los durmientes del puente y el del murmullo de los pasajeros al ver la magnitud del rio.

Cruzando el rio empezaba el caserío de Corestes y dos kilómetros mas adelante estaba la estación punto final de este folclórico viaje; entre chirridos el tren se iba deteniendo y con un último estremecimiento paraba; todos los pasajeros recogían sus cachivaches y rápidamente bajaban porque los pasajeros que iban a subirse ya estaban ansiosos y listos por emprender el viaje,

Y como siempre Don R estaba con su alegría discreta, su puro y su sombrero esperando a sus hijos platicando con el jefe de la estación.

CONTINUARA